El otro, el infiltrado
La
fascinación por ser otro quizá esté en la base de la atracción
que despiertan las historias de espías. Aunque pueden seguir varias
narrativas -por ejemplo, hubo un post antiguo sobre El topo,
película y antes novela de John LeCarré sobre la misión
encomendada a un espía de limpiar de topos el servicio secreto
inglés y que yo relacionaba con la narrativa de los trabajos de
Hércules- creo que cuando resultan más fascinantes es cuando se
centran en la vida del espía como infiltrado, alguien que asume una
identidad nueva para cumplir una misión, colocándose con ello en
una situación paradójica: cuanto más se mimetice con el entorno
-es decir, cuanto más se parezca al enemigo, que lo es,
precisamente, por ser diferente- más probabilidades tendrá de
llevar a cabo su misión y escapar ileso. En general creo que más
que la vida del espía, es la vida del infiltrado la que resulta
fascinante sobre todo cuando la historia, más que en peripecias
rocambolescas, se centra en el problema de identidad del infiltrado.
Parece otro, pero sigue siendo el mismo... por dentro. Ahora
bien, “dentro” y “fuera”, “hábito” y “monje”,
identidad y apariencia en suma, no tienen una línea de puntos clara
por la que podamos cortar. Por eso el precio que paga el infiltrado
es el riesgo de que a base de parecer otro termine siendo un poco
otro o termine no sabiendo bien quién es. Hubo una estupenda
pelicula de Mike Newell sobre este tema, Donnie Brasco, que
recogía la historia
real de Mike Pistone, un agente del FBI que abandonó a su familia
para vivir durante cuatro años infiltrado en la Mafia y que aún hoy
día vive oculto con una identidad falsa...que ya es su tercera
identidad y que posiblemente sea ya tan real como la primera. Y la
estupenda serie The Americans juega
ampliamente con esta idea llevándola al territorio de la pareja. Dos
jóvenes espías rusos perfectamente entrenados, Elizabeth Y
Phillips, son enviados a USA con identidades falsas para que formen
una típica familia americana y así puedan hacer sus cosas de espías
con una tapadera perfecta. El conflicto se va gestando con el paso de
los años: él encaja perfectamente en su identidad americana y va
olvidando que su vida familiar es una ficción (comprensiblemente,
porque tienen hijos, duermen juntos y llevan un negocio); ella
intenta mantenerse firme y recordárselo pero no puede evitar irse
enamorando de él. En una escena particularmente intensa ella le dice
“¿no te gustaría que nuestra vida fuese real?” lo que resulta
un poco absurdo porque sus hijos son reales, el amor que siente por
ellos es real y lo que siente por Phillip -aunque no tenga muy claro
qué siente- también es real y todo ello suma más realidad que la
de muchas parejas “realmente reales” y sin embargo uno entiende
su dilema: la entrenaron para no considerar real una vida que se hizo
real por sí sola. Lo que sugiero es que la serie -y otras historias
de infiltrados- nos cautiva porque bajo sus pelucas falsas y sus
micrófonos ocultos discurre un gran tema: nunca nos identificamos
al cien por cien con nuestra identidad social (la que ven los demás)
porque ninguna identidad puede abarcar nuestra complejidad ni
nuestras fantasías de ser otros; por eso todos estamos en cierta
medida infiltrados en nuestra vida auténtica.
Me surge una cuestión: si dejamos de ser quién somos para vivir representando el papel de otro (infiltrado); realmente, al volver a nuestra vida, entorno... ¿podremos seguir siendo exactamente el mismo?. No lo creo, seremos paradójicamente diferentes.
ResponderEliminarMe gusta mucho el final de la entrada. Es original que, ahora que tanta gente se considera con la capacidad de hablar sobre autoconocimiento, autorealización, y sobre como ayudarnos a ser nosotros mismos. Insinúes la posibilidad de que, quizás, todos querríamos probar a ser alguien distinto. Si me lo permites diría, además, que esa muy bien podría ser la razón por la que tanto disfrutamos con las historias, el formato (película, relato, novela...) de las cuales nos da igual porque consiguen que durante un tiempo determinado lo seamos.
Por cierto, ayer vi por casualidad que "The Americans" se estrenaba en abierto, y por lo pude ver en el primer capítulo es una serie muy acertada.
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