lunes, 16 de julio de 2012

El buen profesor

Fue un momento curioso elegir las películas que formarán el programa de un cinefórum que se pondrá en marcha el curso que viene sobre cine y educación. Cada profesor llevó sus propuestas y lo primero que me sorprendió fue que había un número elevado de coincidencias. Aunque todas eran pertinentes algunas tenían con la educación una relación sólo indirecta porque su tema central era la infancia, la exclusión social, etc. pero me fijé especialmente en las que recogían la figura del educador. Eran las siguientes: La clase, Hoy empieza todo, Ni uno menos, Profesor Lazhar, La Ola, El pequeño salvaje, El milagro de Anna Sullivan, Ser y tener, Precious, Los chicos del coro...
Otra cosa que me llamó la atención fue la ausencia clamorosa en todas las listas -incluida la mía- de El club de los poetas muertos, película con mucho éxito de público en su día pero que nunca fue bien aceptada ni por los críticos ni por los educadores, que la consideraban tramposa, sentimentaloide y previsible. Y, por razones obvias, nadie pensó en una película que me pareció divertida, aunque todo el mundo la considera una tontería: Escuela de Rock, revisión gamberra de El club de los poetas... en la que un impresentable rockero expulsado de su banda suplanta la identidad del profesor de música de un colegio elitista. Afortunadamente parece que el cine posterior entrega versiones del trabajo educativo más realistas e interesantes, con la excepción de Los chicos del coro, que supongo que se coló en las listas más por ser una película reciente que por sus valores cinematográficos o pedagógicos y que en todo caso para mi gusto queda muy por debajo de El club.... Y, por supuesto, a nadie se le ocurrió incluir los subproductos del cine americano más comercial que, siempre dispuesto a manosear los arquetipos hasta convertirlos en caricaturas, explotó hace años la figura del buen profesor en versión neofascista en películas horrendas en las que el supuesto educador era un o una (Michelle Pfeiffer, sin ir más lejos) ex-marine que tiene que ganarse a una clase de chavales “marginales” y que sólo consigue su respeto una vez les ha demostrado -de forma práctica, por supuesto- sus conocimientos de artes marciales (por lo visto, la única cosa que respetan los chavales marginales). Ahora bien, las que sí aparecen en las listas son más realistas pero sólo en la forma en que un relato puede serlo, porque todo relato está al servicio de uno o varios arquetipos. El “buen profesor” me parece una variante del intruso benefactor ya que en varias de las películas que he comentado, se trata de alguien que viene de fuera y que al principio es mal recibido. Otro de los elementos que conforman el arquetipo es que se trata de alguien poco convencional o que usa métodos poco convencionales, con lo cual siempre vehicula una crítica al sistema educativo. El buen profesor es solitario, no suele tener pareja ni hijos propios, vive en un hotel precario o en un pequeño apartamento con pocas posesiones, situación que acentúa su entrega a la tarea educativa, pero también su existencia un poco marginal, o quizá una dimensión austera y espiritual de su personalidad. Siempre choca con la oposición inicial del sistema educativo pero sobre todo de los alumnos, oposición que constituye su propia “tarea del héroe”. En el caso de Profesor Lazhar es porque viene a sustitutir a una profesora que se ha suicidado en la propia aula, lo que convierte su tarea en casi imposible y, por supuesto, ser un inmigrante argelino en Canadá no lo hace más fácil. Pero el buen profesor no es un héroe en el sentido herculeano aunque el relato pueda derivar hacia ese arquetipo quizá en los ejemplos más extremos como el Jean Itard de El pequeño salvaje que, cuando se enfrentó (porque no se puede usar otro verbo) al caso del niño salvaje del Aveyron era médico, no el pedagogo en que luego se convirtió. O la Ana Sullivan de El milagro... En ambos casos se enfrentan solos a una tarea desesperada que además tiene características monstruosas. En un sentido mítico ambos tienen que ir en busca del ser humano que se esconde tras la apariencia monstruosa de sus “pacientes”, tienen que derrotar al monstruo y salvar a la persona. Aunque ningún pedagogo definiría así su trabajo, creo que es así como míticamente se plantea en esas historias. Pero decía que sólo en esos casos extremos deriva el relato pedagógico hacia la tarea del héroe porque el buen profesor, aunque como persona suele ser descrito como un solitario, como educador pertenece a una hermandad que tiene una misión. Tampoco es un mentor, otra figura arquetípica, porque el mentor tiene un interés más personal, su misión es instruir a su “telémaco” en un oficio o para una tarea específica, quiere que se convierta en un tipo determinado de persona. El buen profesor, sin embargo, sólo aspira a que el otro se convierta en una persona y su tarea tiene así una dimensión espiritual; laica y humilde, pero espiritual. Por eso su forma de vida es austera, casi monacal; sus circunstancias personales insignificantes, como si hubiese renunciado a tener una vida propia; su carácter, inasequible al desaliento y al rechazo, se caracteriza por la perseverancia...y es en esas características tan idealizadas donde se origina la insatisfacción que producen a veces las películas del buen profesor, porque nos resulta difícil reconocer a los profesores reales que tuvimos o tenemos. Y, sin embargo, curiosamente casi todo el mundo recuerda a un buen profesor que, casi, casi, responde al mito.