martes, 23 de julio de 2013

El otro, el mismo

Ya apuntaba en el post anterior que qué queremos decir con eso de “llegar a ser uno mismo” o “encuéntrate a ti mismo” es una cuestión interesante y en mi opinión mucho más confusa y discutible de lo que estamos dispuestos a admitir. No sé por qué pero siempre me han llamado mucho la atención las historias que precisamente describen lo contrario: el viaje para alejarse de uno mismo. En El Impostor, un documental inglés de 2012 sobre un joven europeo que se hizo pasar por un adolescente americano que llevaba años secuestrado y que fue aceptado por la familia sin poner en duda su identidad, el protagonista dice esta frase impresionante: “Desde que tengo memoria siempre quise ser otro”. Presenta un aire menos oscuro del mismo tema la estupenda Atrápame si puedes, con Leonardo DiCaprio. Ambas historias muestran dos personalidades con un perfil psicopático. En El Impostor se roba la personalidad de otro (el niño secuestrado). En Atrápame...se crea una personalidad nueva (el brillante piloto). Una de las formas de la psicopatía es robar identidades, como se roban coches o dinero. Un ejemplo extraordinario de esta narrativa es la serie de libros que Patricia Highsmith dedicó al personaje de Tom Ripley y que ha tenido por lo menos dos versiones estupendas en el cine, Duelo al sol y El talento de Mr. Ripley. En esa historia y a lo largo de varias novelas, P. Highsmith describe la evolución de Tom, un tipo simpático que no duda en llevarse por delante a quien sea cuando sus intereses se ven amenazados. Su deriva comienza precisamente con el asesinato de su amigo y la suplantación de su identidad, algo que hace con destreza, inteligencia y muy pocos escrúpulos, casi como si fuese un talento natural en él. Quizá la identidad, nuestra identidad, eso que somos o creemos ser, actúa como un freno moral; hay cosas que nunca haríamos “porque yo no soy así”; y quizá el psicópata carece de eso, seguramente lo ve como un ridículo lastre. Pero ¿qué pasa cuando huir de nuestra identidad es el único viaje posible porque ser uno mismo no es un freno moral, sino un dolor o un miedo insoportable? Quizá eso es lo que le ocurre al protagonista de El último Elvis, preciosa película de Armando Bo que describe el largo viaje de un hombre hacia el destino soñado: ser Elvis. Aquí no se roba la identidad de alguien, Elvis Presley, quien lleva ya mucho tiempo muerto y es solo una identidad-cáscara; simplemente se ocupa, como se okupa una casa vacía, como se okupan las casas de los ricos, porque ahí sobra espacio. Borges decía de Alonso Quijano: “el hidalgo que quiso ser Don Quijote y al fin lo fue” definiendo así como un logro lo que otros consideran locura. No siempre los sabios del pasado tienen razón. Quizá haya alternativas de libertad a eso de ser uno mismo. Quizá poder ser otro sea también una forma de libertad y no solo un trastorno disociativo.