sábado, 7 de enero de 2012

El Havre, puerto mágico

...sin embargo sí es un héroe romántico el Marcel Marx de la deliciosa “Le Havre”, la última de Aki Kaurismäki, porque nadie le encarga la misión de ayudar al chico que vive su particular odisea (porque, en una bella muestra de cómo se cruzan las narrativas, Idrissa es un héroe “odiseico” -perdón por el palabro inventado- que surca un Mediterráneo plagado de peligros y monstruos en el que los nuevos polifemos son los agentes de inmigración y en ese periplo el personaje de Marcel es un benefactor clave y nos quedamos esperando que no sea el único que encuentra). Pero la narrativa central de “Le Havre” no es la de Idrissa sino la de Marcel quien, como Espartaco, asume su misión liberadora simplemente porque está ahí, porque no puede hacer otra cosa que ser fiel a sí mismo, a un sentido de la ética que le convierte en un “outsider” en una cultura regida por criterios de competitividad y exclusión pero que hace de él un ser amado y respetado en una microcultura de amigos y vecinos que sobreviven en la periferia a base de solidaridad. En esa misión estoicamente asumida recibe la ayuda de unos secundarios impagables a los que la amable mirada de Kaurismäki dota de un toque angélico sin que dejen ser desconcertantemente reales. Recibirá incluso la ayuda de un brujo -elemento clave en cualquier cuento que se precie- encarnado por el comisario Monet vestido de negro de pies a cabeza y con un sombrero que evidiaría el mismo Merlín y dotado del poder mágico de ver el futuro (porque tiene acceso a información reservada) y de alejar a la policía con un chasquido de dedos volviendo así invisible a Idrissa. Como en cualquier cuento de hadas, la moraleja no puede ser más reconfortante y necesaria: existen los milagros, sí, pero el mayor milagro es que hay almas puras disfrazadas de limpiabotas.

2 comentarios:

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  2. Un héroe conmovedor. "El Havre" es encantadoramente optimista. La crítica social sin discursos, yo (el director) lo muestro, tú (espectador) mira y si quieres, lo ves. La solidaridad, ese valor que hoy parece haber sido olvidado y sustituido por otros... menos entrañables. La película permite creer, porque es verosímil, o al menos soñar "y todo sueño es un principio de realidad (no recuerdo bien quién lo dijo)" con otra forma de hacer, con una manera distinta de vivir. Encontramos en ella también, y de nuevo, la figura del intruso capaz de cambiar las cosas: todos los vecinos ayudan a Marcel pero antes no querían fiarle. Y todo narrado con ese toque de humor envolvente (magnífica la escena de Monet con la piña). Existe además, otro reflejo de heroicidad; en la mujer. Una especie de héroe mártir (afrontando sola su grave enfermedad) pero encarnado en un personaje que transmite una fortaleza y ternura absolutas. Y sí, tiene moraleja igual que un bonito cuento.

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