viernes, 17 de junio de 2011

Nowhere People (ay! las vidas de los rockeros)

Fui a ver Nowhere Boy, la película basada en la juventud de John Lennon, temiendo que fuese solo una versión más del aburrido guión de "vida de artista": 1. Infancia difícil y traumática con familia conflictiva o directamente aberrante. 2. Adolescencia y juventud de rebeldía contra esa familia y el medio social. 3. Encuentro con el propio talento y ascenso a la fama. 4. El éxito provoca el Descenso a los Infiernos: de la bebida, de otras drogas, del sexo o de la locura (en el caso de las estrellas del rock, todo a la vez). 5a. Suicidio o destrucción (Kurt Cobain, Jim Morrison). 5b. Reencuentro con el talento, redención y salvación (el estupendo Johnny Cash interpretado por Joaquin Phoenix en En la cuerda floja). Si la película tiene algún interés es precisamente que solo llega al tercer paso, es decir, nos ahorra dos de los cinco estereotipos: termina con la salida de Lennon de su chirriante hogar para conquistar el mundo. Pero ¿son solo estereotipos o hay algo de verdad en esas historias? El problema está en la propia idea de biografía y en su concepción narrativa. Se escriben retrocediendo en el tiempo. No las "escribe" (lo entrecomillo porque lo de escribir es retórico, normalmente las escribe un negro porque las estrellas de rock suelen estar demasiado ocupadas, ya se sabe, todo el día drogas y sexo) una persona que se interroga sobre sí misma para descubrirse, sino un personaje que intenta justificar biográficamente cómo ha llegado a tener esa vida tan fascinante. Es decir, al empezar a narrar ya sabemos el final y la explicación de ese final tiene un canon: trauma, rebeldía, éxito, infierno, salvación. El artista lo es porque su vida es torturada y no convencional. La realidad: que el éxito es una mezcla de talento, muchísimo trabajo, bastante suerte u oportunidad y una configuración de la personalidad en la que destacan la ambición, la obsesividad y el narcisismo es, por razones muy complejas, bastante poco atractiva para la mayoría de la gente. En una película infravalorada y que casi nadie ha visto, Rock Star (en realidad no es buena, pero se atreve inteligentemente con estos estereotipos) el protagonista interpretado por Mark Whalberg, una estrella del heavy metal en ascenso, tiene su primera rueda de prensa y cuando le piden que explique de dónde saca  la potencia de sus increíbles aullidos, él empieza a contestar ingenuamente: "bueno, se lo debo a las clases de canto de Miss.... en la escuela parroquial..." y rápidamente su manager le tapa el micrófono y dice: "está bromeando, se le ha puesto esa voz de chupar coños". Es decir, en el momento en que el personaje hace su aparición, la verdad de la persona: trabajo duro y talento (de él y de su profesora) tiene que dejar  paso al mito: es nuestro desenfreno lo que nos hace geniales, no somos un producto de mercadotecnia y trabajo calculado cuidadosamente, sino una fuerza de la naturaleza. O sea, la misma razón por la que no nos gusta ver el sudor de las bailarinas, necesitamos creer que una magia interna las hace levitar.
En el estupendo artículo de Diego A. Manrique Por qué fascinan las vidas de los canallas http://www.elpais.com/articulo/sociedad/fascinan/vidas/canallas/elpepisoc/20110611elpepisoc_1/Tes publicado en El País el 6 de junio, en el que se pregunta por el éxito literario de las biografías de rockeros (cuenta que Keith Richards cobró por la suya 7 millones de dólares) destaca la opinión de Óscar Palmer, traductor al español de muchas biografías malditas: "Es la atracción eterna por la figura del forajido, pero adaptada a la cultura del gran espectáculo. Te permite vivir vicariamente una existencia desmadrada, al margen de horarios laborales, novias formales y vagones de metro atiborrados. Puro escapismo pero tiene también cierto valor reconfortante: sabemos que nunca vamos a acceder a ese mundo y envidiamos a quien lo logra, pero oye, si resulta que el precio a pagar son adicciones, muertes, puñaladas traperas, ataques de locura y escarnio universal... a lo mejor con verlo de lejos ya nos basta". Para mi gusto se salva Cronichles, el estupendo libro de Bob Dylan precisamente porque acepta sin pudor su carácter de obra literaria y al hacerlo se escapa del estereotipo.
Bueno, todo esto es para decir que las biografías de artistas-rockeros son un género más del cuento fantástico y como tales siguen un guión arquetípico que no tiene nada que ver con la realidad pero cumplen una función psicológica necesaria, precisamente la opuesta y complementaria a las hagiografías (vidas de santos) de las que escribiré otro día seguramente lejano porque, aun siendo otro género del cuento fantástico, son mucho más aburridas, ya se sabe, nada de sexo, drogas ni rock'n roll.

10 comentarios:

  1. Supongo que no tiene por qué ser una cuestión de conjunción. Son historias estereotipadas "Y" habrá algo de verdad en ellas. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Brian Jones, Robert Johnson, entre otros músicos además de los que mencionas, Jim Morrison y Kurt Cobain. Todos muertos a los 27 años y en extrañas circunstancias. La lista es más larga. Buen argumento para una película sobre estrellas del rock y del soul, ¿no crees? Pero tendrás que aguantar hasta el 5a.

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  2. Claro, si la historia es buena -como "Bird", sobre Charlie Parker- se aguanta hasta el 5a y el descenso a los infiernos puede ser una gozada. Tienes mucha razón en señalar que "y" habrá algo de verdad en ellas, precisamente eso es lo interesante ¿qué tipo de verdad revelan las narrativas? Incluso es posible que algunos rockeros o artistas malditos hayan ajustado sus vidas "reales" a ese guión y que la vida termine por imitar al arte.

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  3. No he visto esta película que refieres, pero la veré. Lo que he comprobado es que el director es Clint Eastwood y que está basada en un relato de Julio Cortázar. Toda una garantía. Ahora bien, me resulta extraña tu respuesta, pues es una película que tampoco está basada en un retrato de autodescubrimiento, y después de haber gozado tanto con ella y con la parte 5a, acudas al cine con ese prejuicio y decidas que ha sido mejor quedarte a medias, digamos. No sé...

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  4. Bueno, lo de quedarse en el paso 3 era un poco irónico. Por lo que puedo disfrutar de una más que de otra es por la diferencia entre arquetipo y cliché. La narrativa del descenso a los infiernos es un arquetipo que, como todos los arquetipos, las narraciones seguirán repitiendo dándole formas diferentes y con ello profundizando en su significado, o actualizándolo. Pero un cliché es otra cosa, es una historia que se repite porque ya se sabe que funciona y para qué molestarse en hacer algo nuevo. Así que cuando vi "Bird" por primera vez y cuando leí "El perseguidor" (el cuento de Cortázar) me gustaron porque profundizaban en el arquetipo. Cuando fui a ver "Nowhere boy" temía encontrarme con el cliché. Por eso me interesó el artículo de D. A. Manrique sobre las biografías de rockeros, porque a su manera se pregunta por el arquetipo y el cliché.

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  5. Lo siento. No había captado esa ironía de la que hablas. Ya veo que te gusta compartir lo que encuentras interesante. Es de agradecer. Te entiendo. A todos nos ocurre, (a mí la primera), que acudimos a los nuevos encuentros con muchas expectativas. Con ideas interesantes que hemos leído. Con el temor a no hallar lo que deseamos. Me gustaría aprender a vaciarme y a tener una mirada nueva en cada encuentro. Algo muy difícil en estos tiempos en los que nos rodea tanta información.

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  6. Bueno, parece que a ti también te gusta compartir, y espero que sigas haciéndolo aquí. Es verdad lo que dices de la cantidad de información. Por eso cuando hago comentarios sobre películas o libros intento referirme al aspecto narrativo, que es en el que más me fijo, o sobre el que he pensado más.

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  7. Parece lógico que tú te intereses sobre todo por el aspecto narrativo. Por el discurso. Pero a lo que me estaba refiriendo ahora por último es a que por una parte está ese aspecto narrativo y por la otra la manera en que cada un@ de nosotr@s nos situamos frente a él. De forma más o menos prejuiciada. Más o menos objetiva.

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  8. No te había entendido bien.
    Lo que yo pienso sobre la cuestión de acercarse a una historia con prejuicios o de una forma más o menos objetiva o con la mirada limpia, como dices, es que entender las historias supone un aprendizaje, que empieza con los cuentos infantiles. Ese aprendizaje nos condiciona y limita pero también nos permite abrirnos a los significados más profundos de las historias (las del cine y las de la vida). Mantener esa mirada limpia a pesar de la experiencia necesaria es un buen asunto.

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  9. Amy Winehouse. A los 27 años. Cuando escribí el primer comentario, me di cuenta de que había puesto soul en lugar de blues. Pero ahora el soul también sirve...

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  10. Ay sí, ahora también el soul.Todavía no puedo creerme que no vaya a llegar otro álbum suyo.

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