sábado, 18 de febrero de 2012

El infierno no son los otros

Difícil quedarse indiferente ante el minucioso relato del descenso a los infiernos de “Shame”, la perturbadora película de Steve McQueen. Las calles de Manhattan sirven de poético escenario para el viaje interior de Brandon, un hombre joven, atractivo, con dinero, que persigue el placer sexual sin limitaciones morales ni, sobre todo, emocionales. Reflexión honesta e incómoda sobre el deseo masculino, sobre el narcisismo como forma de estar en el mundo, sobre el sexo como respuesta; es, curiosamente, la imagen simétrica de la anterior película de Steve McQueen en la que el mismo actor, el estupendo Michael Fassbender interpretaba a Bobby Sands, el activista del IRA que murió tras 66 días de huelga de hambre en la prisión de Maze (laberinto). Difícil imaginar dos seres más diferentes: el primero, un hedonista en serie que huye del mínimo compromiso emocional hasta el punto de que necesita ocultar absurdamente la emoción que le produce escuchar una canción (“New York, New York”, interpretada hipnóticamente por Carey Mulligan) o que es incapaz de tener una erección si alguien le hace un gesto de cariño; el segundo, otro hombre joven que vive por y para una causa que no verá cumplirse y que renuncia a cualquier forma de comodidad, higiene o mínimo placer (es la época de las “huelgas de sábanas” en que los presos del IRA se negaban a vestir uniforme de presidiario y se cubrían sólo con las mantas de la prisión y pintaban las paredes de las celdas con sus propios excrementos) por unos ideales compartidos con gente a la que ya ni siquiera puede ver y que en esa autoexigencia va más allá del instinto de supervivencia y muere de inanición. Y sin embargo, y aceptando que mi enfermizo interés por la narrativa puede llevarme a conclusiones locas, veo muchos puntos de semejanza en ambas historias como si en las dos, rendirse al instinto o negarlo radicalmente, hubiese una búsqueda de absoluto, una extraña forma de pureza que conduce a infiernos diferentes; como si Steve McQueen hubiese elegido contar, en sus dos primeras y extraordinarias películas, el anverso y el reverso de la misma historia; y me pregunto si él lo sabe.

4 comentarios:

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  2. No sé la historia del nombre que sí, es mítico. Sobre Fassbender, creo que McQueen ha encontrado en él el intérprete perfecto, en "Hunger" hizo una interpretación impresionante, ya preparan su tercera peli juntos. Me gustó menos en el Dr. Jung de "Una terapia peligrosa". Muy interesante lo que dices de los dos hermanos, buscando la muerte simbólica del sexo o la real, unidos seguramente por un pasado triste.

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  4. Si Shame es perturbadora, Hunger sobrecoge. Dos películas extraordinarias y abrumadoras. Desde mi perspectiva, es un acierto comparar las dos historias pues, entre otras cosas, siguen una estructura narrativa parecida: primeros planos, silencios que hablan, detalles... Eso sí, con una temática absolutamente diferente. Tan opuesta que podría ser, como muy bien indicas, las dos caras de la misma cuestión. Fassbender, atributos aparte, interpreta dos papeles antagónicos con gran maestría. En Shame la frialdad de no querer sentir, en Hunger la extrema y autoexigente lucha.
    Shame narra mucho más de lo que muestra. No vemos toda la historia, y la completamos. Deducimos que existe un pasado que se refleja en el presente, y pensamos en como fue. Lo hacemos sin darnos siquiera cuenta de que no es así, de que no es real. La narración nos ha cautivado. Respecto a los dos hermanos, su camino hacía la destrucción no es tan distinto. Ella busca el afecto negado, con insistencia, con desesperación. Él, la evasión a través de un placer inmediato que se convierte en frustación y dolor (muy gráfica la imagen de llegada al orgasmo en el trio). Una destrucción que la hermana propicia precisamente porque él intenta cambiarlo, y no puede.

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