martes, 22 de noviembre de 2011

El encanto de los psicópatas

Los comentarios en el blog sobre "American Psycho" me han llevado a pensar un poco más en la fascinación de la literatura y sobre todo del cine por la figura del asesino en serie, una forma extrema de psicopatía o sociopatía. El ejemplo más reciente es la serie "Dexter", de la que me confieso adicto, en la que un improbable forense especialista en el análisis de manchas de sangre en la escena del crimen es, en su tiempo libre, un asesino justiciero que "canaliza" sus tendencias psicopáticas eliminando a asesinos y personas despiadadas, siguiendo para ello un estricto código de conducta que le enseñó su padre, que era policía y supo detectar a tiempo el lado oscuro de la personalidad de su hijo. La serie, estupenda en muchos aspectos, hace trampa al jugar con una psicología imposible: Dexter, como buen psicópata, tiene dificultades para la empatía y para desarrollar sentimientos "normales" y sus diálogos interiores -la serie está narrada, cómo no, en primera persona en una variante de este estilo a la que podríamos llamar "psicológica" más que descriptiva- nos cuentan la lucha interna de Dexter por entender sus impulsos o por encontrar la forma en que estos le permitan llevar una vida normal, que a veces es solo una máscara y a veces es casi auténtica. Digo que es una psicología imposible porque precisamente lo que define a un sociópata es su incapacidad para hacerse ese tipo de preguntas; el sociópata no se tortura a sí mismo con dudas, interrogantes o búsquedas de sentido, prefiere emplear su tiempo en torturar a los otros; su vida interior es definitivamente plana, mucho más semejante a la del Patrick Bateman de "American Psycho". Y digo que la serie hace trampa porque Dexter puede ser amable, interesante y buena persona, un tipo a quien te gustaría tener por amigo...siempre que tú no seas un asesino en serie, por supuesto, porque en ese caso terminarás en su sala de despiece. Otro "serial killer" estupendo fue Hannibal Lecter, inolvidablemente interpretado por Anthony Hopkins en "El silencio de los corderos", su secuela y su precuela. Viéndolo en perspectiva, creo que la enorme originalidad de Dexter es que recoge una larga tradición narrativa en la que los malos se van haciendo progresivamente interesantes y roban el protagonismo de las historias a los buenos. En las primeras novelas policíacas el malo era una simple excusa para que el investigador de turno demostrase sus dotes deductivas. En esa larga línea el personaje de Hannibal es un punto de inflexión porque, sin ser simpático, es sin duda fascinante. Las escenas de las entrevistas en la cárcel donde está recluido en las que pide a la agente Starling, a cambio de cada pieza de información que él proporciona, una confidencia personal, como un sueño, nos fascinan por su capacidad de manipulación que hacen de él -condenado y aislado en una prisión de máxima seguridad- alguien casi omnipotente.  Pero Dexter es el primer sociópata decididamente atractivo y por lo tanto, a mi jucio, el más perturbador moralmente, el que nos pone ante el misterio de su propia fascinación: ¿por qué nos interesan e incluso nos cautivan estos seres desalmados? En mi opinión, nos ofrecen la fantasía de lo que sería vivir sin reglas, pero de verdad, no como en una amable utopía hippy. Es decir, sin ninguna regla ni cortapisa. Actuar siguiendo tus impulsos primarios, tomar lo que deseas sin pedir permiso, eliminar a quien te molesta sin pensártelo dos veces. El abismo. Pero lo que hace del sociópata alguien moralmente deforme es, por supuesto, que carece de toda esa parte de nuestros impulsos primarios que no son solo egoístas: desear la felicidad y el bienestar de las personas que amamos e incluso de los desconocidos también son impulsos primarios. Es decir, no somos buenos solo por respeto a las reglas, somos buenos porque nos gusta serlo, si no fuese así poco podrían hacer las reglas para contenernos. Pero eso, nuestra bondad natural, nuestra empatía y nuestra preocupación por los demás, limitan nuestros deseos y nunca duerme del todo ese monstruito interior que se sigue preguntando "¿cómo sería vivir sin reglas, sin ninguna regla, ni siquiera las de mis propios buenos sentimientos?". Afortunadamente, series como "Dexter" nos permiten preguntárnoslo sin intentarlo en la realidad, que es para lo que sirven las historias.

2 comentarios:

  1. Desde luego, Dexter es bastante más agradable que American Psycho aunque se base en la misma premisa original y sea menos realista. No lo es, precisamente por el hecho de incluir un punto novedoso como es el de normalizar al psicópata, nada más humanizador que el preocuparse (aunque sea imposible en realidad). El personaje crea simpatía.Piensas es un asesino pero te cae bien, te produce una especie de admiración ilógica. Me gusta la serie (mucho) pero no llegó a considerarla del nivel de "El Silencio de los corderos". Esta me fascinó (también Hannibal y Dragón Rojo pero no tanto), quizás por la novedad o por lo joven que era la primera vez que la vi. Hopkins con su Hannibal Lecter realiza una interpretación magistral. El personaje del psiquiatra asesino se convierte en el mejor de la película. Aislado del mundo sigue demostrando un conocimiento de la mente y una capacidad de manipulación extraordinarias. Cautivador.
    La fantasía de vivir sin reglas, ni siquiera de las que nos caracterizan como personas... es posible que esta clase de historias nos ayuden a experimentarlo sin peligro. Pero en mi opinión, hay algo más que nos engancha y es esa inteligencia no molestada por los sentimientos del malvado. Una inteligencia fría, metódica, absolutamente eficiente, que consigue manipular, atemorizar... y fascinar. ¿No crees que en este tipo de narración las habilidades han pasado del bueno al malo, o al malo-bueno en el caso de Dexter? ¿quién es más listo?

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  2. Me gusta eso que dices de "somos buenos porque nos gusta serlo"

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